El camarada Taibo II no va a renunciar

KOLDO HERRIA.

“la fuerza fácilmente adquiere denominación, 

pero la denominación no da la fuerza…”

Discursos sobre la primera década de Tito Livio

¿Qué se edita y quién decide? La pregunta define el sentido profundo de una política cultural. Desde que Paco Ignacio Taibo II asumió el Fondo de Cultura Económica (FCE), el sello estatal más visible del país quedó atravesado por una tensión que no ha dejado de crecer: la que existe entre una retórica de democratización —precios bajos, tirajes altos, libros “para el pueblo”— y prácticas editoriales que, en la curaduría y en el discurso, reproducen sesgos ideológicos y de género. En días recientes, esa tensión escaló y se hizo evidente de la peor manera: con una frase que, más que zanjar el debate, lo incendió.

En la llamada “mañanera del pueblo”, Taibo II fue épico: “Si sé de un poemario escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, por el hecho de ser escrito por una mujer no merece que lo mandemos a una sala comunitaria”. La frase, formulada como defensa de un criterio de calidad, operó como detonador. Por un lado, porque ignora el reclamo de fondo —la subrepresentación histórica de autoras— y desplaza la discusión hacia una caricatura: nadie pide que se publique lo malo “por ser mujer”; lo que se exige es que se corrija un canon y unas prácticas que han sido sistemáticamente masculinas. Por otro lado, porque el tono y la elección de palabras reactivan un patrón: una masculinidad bravucona que se impone descalificando, y que confunde la crítica con licencia para humillar. Taibo II dice lo que piensa, pero no piensa lo que dice, cómo lo dice, delante de quién lo dice y para qué lo dice. 

No es un episodio aislado. La llegada de Taibo al FCE quedó marcada por su célebre exabrupto en la FIL de Guadalajara de 2018 —“se las metimos doblada, camaradas”—, que refleja su pensamiento: el triunfo como dominación, la disputa como humillación del adversario, el poder cultural como escenario de bravata. La defensa de entonces fue que el lenguaje “popular” no debe leerse con lupa moral; la respuesta de hoy, tras una nueva descalificación pública, es que los gestos no son inocuos cuando se está al frente de una institución pública: modelan climas, legitiman jerarquías, instituyen prácticas. Si además el gesto coincide con un catálogo donde las autoras siguen subrepresentadas, el problema deja de ser retórico y se vuelve estructural.

Sería injusto negar la dimensión pretendidamente popular de la gestión. La reactivación de colecciones como Vientos del Pueblo, los precios bajo costo, la distribución hacia territorios históricamente desatendidos, la recuperación de tradiciones de memoria de izquierda: todo eso es valioso y dialoga con la biografía intelectual de Taibo, un escritor militante que ha hecho de la épica popular su marca. Pero el Estado no es un escritor ni un partido; es una institución que debe hospedar pluralidades. Y ahí asoman las contradicciones: en nombre de la masividad, el catálogo se estrecha; bajo la coartada de lo “popular”, se reeditan unos clásicos y se omiten otros; se mitifica la figura del director y se diluyen procedimientos colegiados. La popularización del precio no equivale a la democratización de la voz.

FOTO: SAÚL LÓPEZ / PRESIDENCIA

La reacción de la presidenta Claudia Sheinbaum fue rápida: anunció que se hará una colección de escritoras mexicanas y latinoamericanas. El gesto, bienvenido, corre el riesgo de quedarse en parche si no toca el nervio: la transversalidad. Una colección específica puede ser un escaparate, pero si las líneas de mayor circulación siguen masculinizadas, la paridad se vuelve lateral. La corrección que hoy reclama el FCE no es una vitrina para calmar la tormenta; es un rediseño de método: criterios de selección públicos; dictámenes con evaluación ciega cuando aplique y comités plurales cuando no; metas de paridad verificables por año y por colección; organigramas transparentes con mujeres en puestos de decisión; programación de ferias y presentaciones con paridad y diversidad regional. La política cultural, en suma, debe pasar de la buena voluntad ocasional al estándar operativo. 

Hay, además, otro eje en disputa: el ideológico. Bajo la gestión actual, el FCE ha privilegiado narrativas afines a una memoria de izquierda y a la épica de la 4T. En sí misma, esa orientación es legítima. Lo problemático es cuando se vuelve filtro excluyente: cuando la voz crítica desaparece del catálogo, cuando la investigación académica de largo aliento pierde presupuesto frente a la rotación veloz, cuando la diversidad de enfoques se empobrece. La cultura pública es un espacio de tensión, no de unanimidad. El FCE no puede convertirse en un megáfono solo del director, por más genuino que crea su mensaje.

Las implicaciones para la administración de Sheinbaum son claras. Si su promesa es conjugar continuidad con eficacia, el FCE es el laboratorio para demostrarlo y si en verdad se reivindica feminista, debe entender que el lenguaje cuenta: las instituciones no pueden naturalizar la humillación como repertorio. La política cultural de esta era será juzgada menos por lo que promete que por lo que mide.

Sería fácil reducir este debate a una contienda de bandos. No lo es. Tiene consecuencias sistémicas. El estilo personalísimo de Taibo II daña. Van unas perlas: es conocida la ocasión cuando una editorial contrató a Jorge G. Castañeda y a Paco Ignacio Taibo II para escribir a cuatro manos la biografía del Che Guevara. Taibo II los dejó colgados aun cuando ya tenía anticipo de derechos (no supe si los devolvió), y vendió el proyecto a otra editorial, por más dinero, claro. Cuentan unos editores españoles que al ser recibidos por Taibo II, cuando apenas había llegado al cargo, les presumió ufano: miren, toco este timbre y entra un esclavo a traerme mi coca cola… 

Lo que el FCE decide impacta a editoriales independientes, a librerías, a ferias, a bibliotecas, a planes de lectura. Un catálogo masivo pero homogéneo desplaza diversidad de estantes; un discurso confrontativo ahuyenta colaboraciones; una profesión editorial sin reglas fomenta el amiguismo. 

En un país que ya aprendió a sospechar del personalismo, la cultura pública no puede depender del carácter del director cuyo lenguaje hiere y cuando el catálogo no se abre. Que Sheinbaum haya anunciado una colección de escritoras es una señal, pero el daño simbólico está hecho: en distintas ciudades, escritoras y feministas han respondido con indignación porque la frase no fue un malentendido, fue un síntoma. Sanarlo exige mucho más que una colección efímera: requiere transformar cómo se decide. Significa reconocer que el “pueblo” no es un bloque, es una polifonía, implica robustecer las colecciones académicas; conservar la narrativa histórica popular y, al mismo tiempo, incorporar sistemáticamente autoras, feminismos, voces indígenas y afrodescendientes; sostener la distribución territorial y compartir curadurías con sellos independientes y universitarios.

Taibo II no se va a ir porque es un camarada, intelectual orgánico del movimiento que llegó al poder, y porque hay dos máximas que aplican en política: lo que resiste apoya y bajo presión no se negocia. Pero hay una pregunta que sí debería hacerse Taibo II para merecer seguir al frente del FCE ¿Cómo ayudo a la presidenta Claudia Sheinbaum, sin meterla en líos que no necesita?  ¿Qué tengo que hacer para que el FCE no sea sólo mi escaparate, sino un motivo de orgullo nacional? El triunfo cultural de la 4T no será posible si el camarada no espabila. La dificultad es que él no puede ejercer el poder como lo mandata Sheinbaum: con humildad.

DOS LIBROS, UNA SERIE, UN PODCAST

Libro: La vida en rojo: una biografía del Che Guevara (Debolsillo) Jorge G. Castañeda. Biografía del revolucionario basada en investigación documental del polémico autor.

Libro y Serie: Ernesto Guevara, también conocido como el Che (Booket) Paco Ignacio Taibo II narra la biografía del guerrillero en el libro y en la serie documental de la plataforma brigadaparaleerenelibertad.com

Podcast: La vida en rojo: una biografía del Che Guevara (@MinutoCrítico)

El Independiente MX

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