Los aranceles llegaron para quedarse

Enrique Quintana.

Los aranceles pueden representar una recaudación adicional para EU de alrededor de 400 mil millones de dólares anuales

Algunos esperan que la aplicación de los aranceles por parte de EU sea solo un paréntesis en la larga etapa del libre comercio que el mundo ha vivido.

Confían en que, al término del mandato de Trump, se corrija esta circunstancia y el mundo vuelva a una normalidad liberal de la que no debió haber salido.

Pero esa expectativa puede ser ilusoria. Más allá de las controversias políticas que rodean la decisión de Trump, hay un hecho imposible de ignorar: los aranceles pueden representar una recaudación adicional para EU de alrededor de 400 mil millones de dólares anuales.

Un documento de Miziar Minovi, CEO de Eurasia Group, y Robert Kahn, managing director de la misma consultoría, analiza las implicaciones de largo plazo de este cuadro.

Señalan: “Más allá de Trump, el alto ingreso por aranceles y los intereses creados por la nueva política, harán difícil remover las tarifas, sin importar quién suceda a Trump”.

Veamos los argumentos.

El gran telón de fondo es un deterioro fiscal sin precedentes.

El déficit federal se ha ampliado a niveles históricos y la deuda pública ya supera el 120 por ciento del PIB. Los próximos gobiernos, de cualquier signo político, enfrentarán un dilema incómodo: recortar gasto, con altos costos sociales y políticos, o encontrar ingresos adicionales. En esas condiciones, renunciar a 400 mil millones de dólares al año resulta prácticamente impensable.

La carga financiera de la deuda es cada vez más onerosa. Para este año se estima que esté en alrededor de 950 mil millones de dólares.

Eliminar los aranceles, implicaría perder un poco menos de la mitad del combustible fiscal necesario para cubrir el costo de la deuda, que además será creciente en los próximos años.

La consecuencia es clara: ningún gobierno futuro se sentirá cómodo desmantelando esa fuente de ingresos, sobre todo cuando hacerlo significaría aumentar aún más la dependencia del endeudamiento. La lógica fiscal empuja a conservar lo que, en términos contables, es un soporte demasiado importante.

El debate sobre la permanencia de los aranceles, entonces, deja de ser meramente comercial.

Incluso, un gobierno con inclinaciones liberalizadoras encontrará un incentivo fiscal poderoso para mantener, o al menos no eliminar por completo, las tarifas. El riesgo es que el sistema comercial internacional quede atrapado en una nueva normalidad: un Estados Unidos que ya no usa los aranceles solo como herramienta de negociación, sino como fuente estable de financiamiento.

Pero, hay un problema: los mercados están viendo con desconfianza la trayectoria fiscal del gobierno para el largo plazo.

Los bonos a 30 años del Tesoro aumentaron de 4.4 por ciento en junio del año pasado a poco más de 4.9 por ciento en los primeros días de septiembre, aun con la expectativa de la baja de tasas de la Reserva Federal, por efecto de esta desconfianza.

Ese mismo cuadro puede generar un debilitamiento de largo plazo para el dólar, que también genere presiones alcistas sobre las tasas de interés en EU.

Para México y otros países con estrecha relación con el mercado estadounidense, esto supone un cambio estructural.

La permanencia de largo plazo de aranceles para diversos sectores de la economía puede afectar la planeación de inversiones, la lógica del nearshoring y las decisiones sobre localización de industrias que, eventualmente, deberán asumir que los costos arancelarios permanecerán como una constante.

Quizá los gobiernos próximos en EU ajusten montos o sectores, pero la probabilidad de que desaparezcan de manera general es cada vez más baja.

La fragilidad fiscal de Estados Unidos y la presión de tasas de interés elevadas convierten a los aranceles en una tabla de salvación a la que ningún futuro presidente querrá renunciar.

En este cuadro, el lograr la menor tasa arancelaria de EU entre los países con los que competimos, no es un hecho incidental, sino puede definir el futuro de mediano plazo para nuestro país.

En julio, las importaciones de EU provenientes de México crecieron 8 por ciento, lo que contrasta con la caída de 23 por ciento de las de China.

Esto abre un tema que hay que analizar. La próxima semana lo abordamos.

El desafío es que esta condición se mantenga para conseguir que el crecimiento de la economía se reactive.

Veremos lo que pasa en el futuro.

El Financiero

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