Ernesto Hernández Norzagaray.
«El sector doctrinario de Morena se prepara para tomar por asalto el Palacio de Invierno con el convincente argumento de que es ‘necesario limpiar al partido’ para cumplir la tarea histórica de la Cuarta Transformación.»
En las siguientes páginas voy a explorar un argumento sobre los grupos de poder en Morena cuando Trump continúa con su tarea de presionar a Sheinbaum para seguir obteniendo beneficios en materia de seguridad, migración y balanza comercial.
Y en ese ejercicio personal o interpósito, telefónico o verbal, virtual o presencial, estamos viendo como los exponentes más visibles del llamado priismo obradorista sufren, un día sí y otro también, una andanada mediática que lleva a pensar en que están siendo marginados y, quizá, pronto se sumaran a la lista de perseguidos abiertamente por el Gobierno de los Estados Unidos.
Así, el todavía poderoso Senador Adán Augusto López Hernández, quien, recordemos aspiró a la candidatura presidencial de la coalición electoral “Sigamos haciendo historia” gastando dinero sin límite en cientos de espectaculares distribuidos por todo el territorio nacional para finalmente quedar en tercer lugar en la votación.
Ahora, el exgobernador de Tabasco está en capilla por el perfil narco de su Secretario de Seguridad Pública, y en una cada vez más difícil y lánguida consigna partidaria unitaria: ¡No estás solo, no estás solo!
Ricardo Monreal, el coordinador de los diputados morenistas, se sabe también en la mira, al menos sospecha de la Presidenta Claudia Sheinbaum, quien, quizá, no olvida agravios todavía frescos y eso, quizá, le anima al coordinador de los diputados morenistas hacer la declaración de que terminando está legislatura abandonara la política activa para dedicarse a otra cosa.
Y este, es el contexto del argumento de fondo de este artículo consistente en que debilitado el sector priista del obradorismo y habiendo alcanzado por asociación al expresidente López Obrador –quien por eso tendría en duda su liderazgo moral- contribuye a la consolidación de la Presidenta Sheinbaum e indirectamente potencia a Trump con su estrategia de combate al tráfico de fentanilo y la captura de presuntos narcos políticos de Morena.
La sospecha de connivencia de política y crimen atraviesa todo el espectro político del morenismo en funciones de Gobierno, y representación política federal y estadual. Desde el expriismo hasta la ultraizquierda. Sin embargo, hasta ahora, está más cerca del expriismo. Al que se le presiona directa o indirectamente. El problema es que este grupo sin AMLO, le aflora debilidad y potencia la voluntad del sector duro del morenismo por aniquilarlo como lo hace la comentocracia oficialista que con gozo hace leña del árbol caído: ¡Lo dijimos!, dicen.
Y, como en política, no hay vacíos, (Reyes Heroles, dixit). El sector doctrinario de Morena se prepara para tomar por asalto el Palacio de Invierno con el convincente argumento de que es “necesario limpiar al partido” para cumplir la tarea histórica de la Cuarta Transformación.
O sea, si el objetivo de la Administración Trump es ir preferentemente por el sector blando o empoderado del obradorismo de refilón estarías abriendo el paso al sector más vinculado a la estrategia pautada por el Foro de Sao Paulo y eso es otro nivel.
Lo que, de ser así, hace más compleja e interesante la trama de presión bilateral, porque en un futuro estarán interactuando los duros de ambos lados de la frontera. Y si se cumple esta hipótesis, el pronóstico es reservado porque como país en una dimensión inédita y más riesgosa para México.
Y es que, mientras caminan por un lado las reformas constitucionales cada vez más decididamente autocráticas con mayor concentración del poder en el Ejecutivo y, para quien lo dude, esta semana la Presidenta Sheinbaum nombró al duro Pablo Gómez como responsable de coordinar los trabajos de la reforma electoral y quien llega diciendo “haremos valer nuestra fuerza”. Y la Presidenta lo secunda diciendo que no quiere las listas plurinominales.
Entonces de cumplirse estos anuncios significaría el cerrojazo final de los pactos de la transición democrática y la restauración del autoritarismo que dominó buena parte del siglo XX.
Por el otro lado, está la presión de la Administración Trump de todos los días. Ese juego malicioso y, claramente calculado en clave de juego suma cero, para mantener la tensión que hasta ahora ha beneficiado más a los Estados Unidos que a nuestro país.
Aun cuando la Presidenta Sheinbaum festine cuando se les concede una nueva prórroga a los aranceles que a juicio del vecino del norte sólo busca contener drogas y migrantes al tiempo que equilibra su balanza comercial.
Sin embargo, para los productores y manufactureros mexicanos significa alargar la incertidumbre que ya está impactando en el nivel de actividad económica, la conservación de empleos y los ingresos fiscales de los tres niveles de Gobierno. Y lo mismo para los negociadores mexicanos que viven un calvario porque lo que logran por la mañana con sus contrapartes puede caerse por la tarde a través de un tuit del residente de la Casa Blanca o la visita repentina de un mensajero a Palacio Nacional.
Entonces, lo que se ve en el horizonte, es que la presión continuará y exige estar alerta de lo que se negocia en esas conversaciones telefónicas que en materia de seguridad podría escalar en la estructura política del narco con todo lo que eso significa y “planchar” las bases de la revisión del T-MEC que se estará “negociando” dentro de un año.
Y frente a esa plancha estratégica, la pregunta que flota en la atmósfera política es si la Presidenta Sheinbaum aprovechara la oportunidad que se le presenta para terminar por sacudirse la influencia de AMLO y sus operadores políticos, buscando empoderar a los suyos y consolidar su proyecto autocrático. ¿Acaso no dicen algo los mensajes al turista Andy?
Incluso con las reservas que existen en la coalición gobernante, buscara completarlo aun con la oposición social y política que no ve con buenos ojos la eliminación de las listas plurinominales y la reducción del financiamiento público a los partidos.
En definitiva, Donald Trump, no tiene problema con que en México se instale un sistema autocrático si este le permite seguir obteniendo beneficios y sea funcional a su proyecto regional y global.