Leonardo Kourchenko.
Adán Augusto ha sido muy libre con sus conductas, públicas y privadas, además de su intensa disputa con otros mandos morenistas para ejercer control. Tal vez esto haya podido molestar al barón de Macuspana
No se trata de una relectura bíblica, sino del político morenista caído en desgracia por su inexplicable relación con un Comandante H hoy perseguido por la justicia.
¿Recuerdan ustedes las repetidas acusaciones de Andrés Manuel, presidente, en contra de Felipe Calderón por el caso García Luna? ¿Cómo era posible que no supiera, ni tuviera información, indicios, de las supuestas actividades delictivas o, por lo menos, vínculos de su subordinado? Bueno, pues la misma premisa del caudillo aplica hoy para su “hermano”.
Sin embargo, el caso —de muchas aristas— merece una revisión más cuidadosa.
Las acusaciones provienen del gobierno estatal de Tabasco, encabezado por Javier May, antagonista de Adán Augusto López.
Si se tratara de partidos distintos, podría interpretarse como tantos otros casos de venganza política, hubiera sustento jurídico o no.
Ahí tiene usted el inolvidable caso de Layda Sansores en contra de Alito Moreno del PRI.
Desfalco, malversación, desvío de recursos públicos, etcétera. Sin duda, el caso merecía una investigación cabal, seria y profesional. Pero eso en México nunca sucede, ni cuando sirve a los intereses de los poderosos. Layda obtuvo la información interviniendo de forma ilegal el teléfono de Alito Moreno y obteniendo grabaciones de sus tiempos como gobernador, todo de forma ilícita. Se utilizó el caso para atacar políticamente —con éxito, por cierto—, pero servido el propósito, una vez más se hizo a un lado el proceso jurídico de una investigación a profundidad.
Javier May acusa al exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez, presenta órdenes, solicita ficha roja a la Interpol. Y en el camino, salpica al entonces titular estatal Adán Augusto López, quien ya había elevado el vuelo al gabinete federal y hasta a la candidatura presidencial.
Resulta improbable, le diría a usted, imposible que el gobernador May actuara por su cuenta y sin la bendición de AMLO.
En primer lugar, porque es su tierra, su terruño, donde ejerce aún —como en todo el país— un control férreo de los movimientos políticos. En segundo lugar, porque May es gobernador gracias a López Obrador, quien impulsó su candidatura, en contradicción frontal a las preferencias de Adán Augusto. Pero más aún, el señalado y afectado en términos de reputación y prestigio político es el “hermano” (sic) del expresidente. ¿Quién se atreve a tocar al interior de Morena a tan cercano amigo, colaborador y compadre del caudillo?
Solamente alguien que cuenta con la aprobación del todopoderoso.
¿Por qué Andrés no solo le retira el respaldo a su protegido, en algún momento consentido en términos de operación política nacional, sino que permite un ataque de esta dimensión?
¿Cuál es el motivo de la fractura interna o del distanciamiento?
Adán Augusto ha sido muy libre con sus conductas, públicas y privadas, además de su intensa disputa con otros mandos morenistas para ejercer control y liderazgo. Tal vez esto haya podido molestar al barón de Macuspana y, muy importante, a la propia presidenta de la República.
Pareciera que Claudia Sheinbaum ha presenciado este choque desde la barrera, sin levantar ninguna sospecha o declaración frontal, más allá del “que declare y explique” dirigido a Adán Augusto.
Pero existen una serie de figuras morenistas que en el primer semestre de este año hayan podido ir mutando su lealtad y compromiso con el movimiento y la presidenta hacia otros grupos, intereses, negocios, liderazgos locales. Y esto pudiera haber provocado molestia en Palacio Nacional.
Cuando tus alfiles políticos se convierten en pasivos que no solo no aportan, sino que estorban, el respaldo, apoyo y protección de los poderosos se desvanece con suavidad y sin aspavientos.
Sheinbaum invierte mucha energía y capital político en evitar fracturas en su movimiento, en sanar heridas y aplicar curaciones para cerrar cicatrices.
Ella, como todos saben, entiende a la perfección que, a pesar del aferramiento al poder de Morena, del retroceso democrático para el país, de la destrucción institucional impulsada por su partido, la ruptura interna pudiera abrir el camino para la derrota y la intrascendencia. El PRI puede dar buena cuenta de ello. Por eso hoy en Morena se miran sorprendidos y se preguntan: ¿se acabó Adán? Su declaración de “sigo firme” denota todo menos la firmeza con la que contó para negociar a nombre del presidente.
Tal vez estemos ante el inicio de una primera purga al estilo estalinista; una limpia gradual interna, de aquellos que manchan el prestigio del movimiento, y cuyas actividades lesionan la reputación del régimen.
Andrés fue extremadamente laxo en establecer controles para la famosa lucha contra la corrupción que no sirvió para nada. Ahí está Segalmex, los negocios de parientes y compadres.
La presidenta parece mucho menos tolerante a ese perfil de conductas, de comportamientos y de liviandad partidista.
Habrá que ver.
El Financiero