Enrique Quintana.
El mercado percibe claramente que es mayor el riesgo de la deuda de Pemex que el de la deuda soberana
Una de las máximas preocupaciones sobre las finanzas públicas para este año y el próximo corresponde a la deuda de Pemex.
Se estima que los vencimientos de la deuda de la empresa pública para este año están entre 6 mil 400 millones y 8 mil 900 millones de dólares, sumando bonos y créditos bancarios. La diferencia en las estimaciones depende de la posibilidad de renegociar los términos.
Pero la preocupación mayor corresponde a 2026. Para ese año, el monto de los vencimientos asciende a 18 mil 700 millones de dólares.
Ni aun en el mejor de los escenarios, las finanzas de la empresa petrolera darían para cubrir esta cantidad.
Incluso si la colocación anunciada ayer por Hacienda alcanzara los 10 mil millones de dólares, seguiría existiendo un faltante de casi la mitad del monto.
Aunque Pemex es una empresa pública, en los mercados hay una diferencia importante en el nivel al que se cotizan los bonos de Pemex y los del gobierno federal.
Los papeles del gobierno a 10 años pagan entre 9.23 y 9.44 por ciento.
En contraste, la cotización de los bonos de Pemex al mismo plazo implica tasas de 12 a 13 por ciento.
El mercado percibe claramente que es mayor el riesgo de la deuda de Pemex que el de la deuda soberana.
Ante esta penalización por parte del mercado, la Secretaría de Hacienda ha respondido con el anuncio de una emisión de “notas precapitalizadas”, que son instrumentos de inversión respaldados por activos (asset-backed securities, ABS) y que se colocan en mercados internacionales a través de un vehículo emisor.
Se ha hecho un trabajo de ingeniería financiera para evitar que esta emisión constituya una garantía directa de una empresa pública del Estado o represente deuda formal del gobierno federal.
No va a ser así.
Hay un respaldo amplio de fondos de inversión internacionales para asegurar la confianza en el papel que se va a emitir.
La operación anunciada deberá ser evaluada por las agencias calificadoras.
Hasta ahora, S&P y Fitch ya se han pronunciado públicamente, ambas de forma positiva.
S&P le otorgó una calificación igual a la del bono soberano en el instrumento emitido, reconociendo el respaldo gubernamental. No es una sorpresa, pues S&P ha sostenido que la deuda de Pemex implica el mismo riesgo que los bonos soberanos.
Fitch, por su parte, incluso mejoró la perspectiva de Pemex a positiva, lo que podría traducirse en una mejora de su calificación en los próximos días o semanas.
Fuentes de la Secretaría de Hacienda indican que se espera cerrar y valuar la operación entre viernes y lunes.
Por ahora, no hay datos oficiales sobre el monto, el plazo ni la tasa de interés.
Sin embargo, estimaciones de fuentes consultadas por Bloomberg sugieren que el monto de la emisión podría situarse entre 7 mil y 10 mil millones de dólares.
Obviamente, esta operación no disipará los riesgos percibidos sobre Pemex.
Los recursos captados ofrecerán mayores márgenes de maniobra para cubrir los vencimientos de la deuda financiera. No se descarta que el monto final de la emisión sea aún mayor al referido por Bloomberg.
E incluso, si es bien recibida por los mercados, no descarte que haya próximas emisiones.
El gobierno está aprovechando el rechazo de diversos fondos internacionales para invertir en dólares, lo que ha incrementado la posibilidad de captar más recursos.
Tanto Hacienda como Pemex llevaban meses explorando esquemas para obtener recursos destinados no solo al pago de deuda financiera, sino también a cubrir pasivos con proveedores.
El problema es que, incluso con el esquema financiero que eventualmente se configurará, solo se ofrece una solución de corto plazo.
Si la empresa sigue arrojando pérdidas como las del año pasado —620 mil 605 millones de pesos—, no habrá mecanismo que alcance para respaldarla.
Cualquier recurso que se le inyecte terminará siendo sustraído por un pozo sin fondo.
Lo que el mercado espera ver es cómo se evitará que Pemex Transformación Industrial (PTI) continúe perdiendo sumas estratosféricas por la apuesta por una autosuficiencia en gasolinas que, hasta ahora, está lejos de lograrse.
En los próximos meses se pondrá a prueba si la estrategia de la presidenta en relación con Pemex tiene rumbo o si serán necesarios cambios de fondo, incluyendo la renovación de los principales directivos de la empresa.
La operación de Hacienda puede dar oxígeno en el corto plazo, pero el mercado ya no compra aspirinas para males crónicos.
El verdadero parteaguas será si la nueva administración está dispuesta a enfrentar el elefante en la sala: que Pemex no puede seguir funcionando con una lógica de pérdida estructural.
El Financiero