Guadalupe Lizárraga.
Testimonio de un exfuncionario revela extorsiones, protección a cárteles, y vínculos de la mafia penitenciaria con operadores cercanos a Brugada
Jorge Enrique Terán, exservidor público capitalino, denuncia desde el exilio una red criminal penitenciaria que conecta con el doble homicidio de Ximena Guzmán y José Muñoz en Tlalpan.
Jorge Terán era servidor público adscrito a la Subdirección del Sistema Penitenciario de la Ciudad de México. En 2024, con un sueldo mensual bruto de $7,364.00, se negó a entregar un cargamento de droga al interior del Reclusorio Norte y a regresar una camioneta cargada con cajas de dinero. Fue su último fin de semana laborando para esa área del gobierno capitalino. En una llamada a su superior, fue enfático: “Por ninguna circunstancia entro al reclusorio por la aduana de vehículos. Yo gano tres pesos y no me voy a arriesgar”. Dejó las llaves puestas y se marchó a su casa. La orden de llevar la camioneta —propiedad del gobierno— se la había dado Ximena Guzmán, secretaria particular de Clara Brugada, quien fue asesinada a balazos junto con el asesor de gobierno José Muñoz en la colonia La Moderna, sobre la Calzada de Tlalpan, el 20 de mayo de 2025.
La negativa de Terán a cumplir esa orden marcó un punto de quiebre en una estructura de poder que —según su testimonio— se sostenía mediante amenazas, favores y lealtades impuestas. La persona que le había dado la instrucción, Ximena Guzmán, no era una funcionaria menor: tenía acceso directo a la jefa de Gobierno y, junto con José Muñoz, formaba parte del círculo cercano de Clara Brugada.
Ximena Josefina Guzmán Cuevas, de 42 años, era socióloga con una maestría en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, Francia. Se desempeñaba como secretaria particular en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. José Muñoz, de 40 años, era asesor político, con una carrera sólida en la administración pública. Formado en Ciencia Política y Administración Pública, su perfil técnico lo llevó a desempeñar funciones clave en diversas instancias legislativas y de gobierno. Ambos habían trabajado de cerca con Clara Brugada desde su gestión en la alcaldía de Iztapalapa.
La maquinaria detrás del poder, sin embargo, no se detenía. A principios de agosto de 2024, Jorge Enrique Terán descubrió que estaban amueblando con lujo el dormitorio 3 del Reclusorio Norte para un líder de la Unión de Tepito. Con frecuencia le pedían que hiciera diferentes traslados a los reclusorios de la Ciudad de México. Era parte de sus rutinas. Sin embargo, cuando le dio la orden un subdirector del penal y le dijo dónde recoger los muebles quedó impactado cuando los vio. “Eran muebles de marca alemana”, dice a Los Ángeles Press, y destaca: “lo sorprendente es que metieron muebles caros, nuevos, una cantina, una cama especial y una sala”, recuerda.
Existen fotografías y placas de los vehículos utilizados para el traslado de mercancía destinada a los miembros del grupo criminal La Unión de Tepito. La camioneta de uso más frecuente para entregas de víveres, alcohol, muebles, cajas y dispositivos electrónicos era la que él traía, una Ford Ranger con placas 7552CL. La recogía ya cargada o se trasladaba por las mercancías para recogerlas en diferentes puntos de la ciudad.
Pero poco después, otro de los funcionarios del penal le pidió que fuera a recoger unas cajas a una dirección en Ecatepec como un favor personal, y que las trasladara al reclusorio norte. Lo iba a compensar con dos días de descanso. Terán no lo pensó dos veces y aceptó encantado. Cuando llegó a la dirección, vio fotografías de policías uniformados, un lugar oscuro, “lúgubre”, refiere, y lo describe como “claramente mafioso”. Empezaron a subir las cajas cerradas a la camioneta, y él preguntó que traían. El hombre le respondió que para qué preguntaba, pero de una manera fuerte. Terán se incomodó y dijo que él no iba a trasladar esa droga al penal. Que prefería renunciar. El hombre lo amenazó y señalándole el orificio de una bala en el cristal de un auto, aun así no obedeció. La orden la había dado Ximena Guzmán.

A partir de que se negó a llevar las cajas al reclusorio norte, recibió más amenazas y, de acuerdo con sus propias palabras, “me empiezan a hacer la vida imposible”.
Como forma de castigo, Jorge Eduardo Terán fue enviado a trabajar a un Centro Varonil de Readaptación Psicosocial (CEVAREPSI) donde se encuentran los internos clasificados como de alta seguridad. Un penal psiquiátrico pobre. Allí conoció a Florentino Guzmán Arcos, un violador serial sentenciado por atacar a 19 adolescentes, entre 14 y 19 años. Operaba en Iztapalapa desde 2006, y dijo conocer bien a Clara Brugada y Ximena Guzmán. Le habían facilitado un laboratorio de lechugas hidropónicas que vendían como productos orgánicos a alto precio en establecimientos de la colonia Roma.